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Tendemos a dejarnos llevar por la rutina, el aburrimiento, y en esta situación caben las dos posibilidades:
1. Caer en una rutina que esclaviza
2. Divagar, dejar que la imaginación se desate y busque un refugio en la fantasía. Dejar que la vida se convierta en ensueños vanos y de falsos idealismos: ¡ojalá no me hubiera casado, ojalá no tuviera esa profesión, ojalá tuviera más salud, o menos años, o más tiempo! En esos casos, uno tiende a escapar de aquella situación a la que no quiere enfrentarse.
2. Divagar, dejar que la imaginación se desate y busque un refugio en la fantasía. Dejar que la vida se convierta en ensueños vanos y de falsos idealismos: ¡ojalá no me hubiera casado, ojalá no tuviera esa profesión, ojalá tuviera más salud, o menos años, o más tiempo! En esos casos, uno tiende a escapar de aquella situación a la que no quiere enfrentarse.
Lo importante en la vida no es hacer muchas cosas sino centrarnos en lo que toca en cada instante, y "sentir" el momento presente como la única cosa existente, sin pensar en lo que pasó ni en lo que vendrá. Dios está como escondido en cada quehacer, y ese "algo divino" que está en todas las cosas está siempre ahí, esperando que sepamos encontrarlo. Como decía el poeta Joan Maragall:
Esfuérzate en tu quehacer
como si de cada detalle que pienses,
de cada palabra que digas,
de cada pieza que pongas,
de cada golpe de martillo que des,
dependiese la salvación de la humanidad
porque en efecto depende, créelo.
Adaptado de: http://es.catholic.net/aprendeaorar/32/250/articulo.php?id=1939
como si de cada detalle que pienses,
de cada palabra que digas,
de cada pieza que pongas,
de cada golpe de martillo que des,
dependiese la salvación de la humanidad
porque en efecto depende, créelo.
Adaptado de: http://es.catholic.net/aprendeaorar/32/250/articulo.php?id=1939
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