Compartir lo bueno...

Quiero compartir con todos los lectores, estas pastillitas, que mi hermano mayor me regala casi todas las mañanas. Reúnen las cualidades de ser profundas pero sencillas , de rápida lectura y de acción prolongada en sus beneficios , gracias Germán .

viernes, 2 de agosto de 2013

PIDAN, EL QUE NO PIDE NO ALCANZA

La oración es una relación íntima y continua con Dios. Jesús ora continuamente y cuando ora se relaciona como hijo con aquel que es su padre: se deja cuidar, se deja alimentar, se deja guiar por el Padre. Jesús nos enseñó a orar así: Comenzamos por descubrir a Dios como Padre (Madre). La oración comienza con un grito que nace del corazón “Padre”. Nadie dice Padre si no tiene una experiencia. Tenemos que decir Padre porque así lo sentimos, padre (y/o madre) es alguien que nos dio la vida que nos proveyó y nos dió sin que yo hiciera algo para merecerlo. Cuando le digo Padre a Dios reconozco que me dio la vida y todo lo que necesito, que me ama gratuitamente.  Reconozcamos la gloria de Dios “santificado sea tu nombre”. Reconocemos lo que él es, reconocemos su gloria. Estamos diciendo por tu fuerza se quita de nuestra vida el pecado con que ensuciamos tu nombre, porque cuando me porto mal de alguna manera ensucio el nombre de mi padre. Estamos diciendo limpia nuestro corazón para que con el no ensucie tu nombre. Reconozco al rey de mi vida: “venga tu reino”, que tu seas el que yo adore por encima de todo. Reconozco que no hay otro por encima de ti en mi vida. Le suplicamos que nos ayude: “Danos el pan de cada día” allí no solo estamos hablando del alimento, sino de todo eso que me sostiene. Quita de mi esa necesidad, dame ese alimento que necesito para poder ser feliz. Cuando uno sabe que es Dios quien da el pan que lo sostiene se da cuenta que uno se desespera por cosas innecesarias. Un padre bueno no deja morir a su hijo sin sustento. Después le pedimos perdón “perdona nuestros pecados así como nosotros perdonamos a quienes nos deben” En la antigüedad cuando alguien no pagaba quedaba como esclavo del acreedor. El perdón del padre satisface al pecador porque lo libera de la posibilidad de ser esclavo. Pero si Él nos perdona a nosotros, nosotros deberíamos perdonar a los demás. El perdón de Dios tiene que alcanzar tanto para el deudor como para el acreedor. Finalmente pide “No me dejes caer en tentación”, la tentación no es mala en si mismo, la tentación es la oportunidad. Le pedimos al Padre que no nos deje caer en ella porque  estamos conscientes de nuestra debilidad. Tentaciones va a haber en la vida lo que necesitamos es ayuda no caer en ellas.

Adaptado de Linero. Santa Misa 28-jul-13. Caracol TV

No hay comentarios:

Publicar un comentario