Hace varios años un
circo desarrolló un acto con tres tigres de bengala. Cuando el entrenador entraba
en la jaula se cerraba la puerta y comenzaba el acto.
Una noche, en medio de
la actuación se apagaron las luces. Por varios segundos el
entrenador estuvo encerrado con los tigres en la oscuridad. Los tigres tienen
una visión nocturna superior al hombre por lo que podían ver al entrenador,
pero el entrenador no podía ver a los tigres. Cuando regresaron las luces, el
entrenador terminó su actuación.
Cuando le preguntaron cómo
se había sentido, él admitió que sintió temor al principio, pero luego se dio
cuenta de que aunque él no podía ver a los felinos, los felinos no se darían
cuenta si él no les demostraba miedo por lo por lo que continuó sonando el látigo y hablándoles hasta
que las luces regresaron. Los tigres nunca supieron que el entrenador no los
podía ver.
Cuando sientas temor, sigue hablandole a los
tigres para que ellos no se den cuenta de tu temor. ¡Ellos obedecerán tu voz de fe!
Salmo 23:4
Aunque pase por el
valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno porque tú estás conmigo; tu
vara y tu cayado me infunden aliento.
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