Meditar es concentrarse en una sola idea y excluir todo lo
demás.
Si bien nos alojamos en cuerpos físicos, somos seres
espirituales que tenemos vida en el plano espiritual. La oración meditativa nos
pone en contacto con esos elementos espirituales.
Nuestra relación con Jesús se fortalece cuando centramos la
atención en Él. De la misma forma que necesitamos pasar ratos a solas con
nuestros seres más queridos, Él también quiere estar a solas con nosotros.
Lo que en un momento dado ocupa nuestro pensamiento o
impulsa nuestros actos no es necesariamente todo lo que hay. La meditación nos
recuerda que en la vida hay muchas cosas que no se perciben con los sentidos. La
meditación nos ayuda a poner en orden nuestra escala de prioridades.
Tomar distancia de las actividades cotidianas, aunque sea
por escasos minutos, y dedicarlos a meditar nos ayuda a tener una visión más
objetiva de la realidad.
Cuando nos acercamos a Jesús por medio de la meditación, Él
nos hace olvidar temporalmente nuestros problemas y preocupaciones y nuestros
pensamientos sobre ellos. Después, cuando tenemos que volver a abordar esos
problemas, a Él le resulta más fácil comunicarnos su parecer y brindarnos
soluciones que no habíamos podido hallar por nosotros mismos.
A veces no tengo otro deseo que sentarme a gozar de Ti en
silencio. Es que Tú ya lo sabes todo, lo comprendes todo. No hace falta que me
exprese bien; es más, no necesito decir nada: Tú me aceptas tal como soy.
Renuevo de Plenitud
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