El Señor nos habla muchas veces del mérito que tiene hasta
la más pequeña de nuestras obras, si las realizamos por Él: ni siquiera un vaso
de agua ofrecido por Él quedará sin su recompensa. Si somos fieles a Cristo
encontraremos un tesoro amontonado en el Cielo. La vida es el único tiempo tiempo para merecer, pues en el Cielo ya no
se merece, sino que se goza de la recompensa. Este es el único tiempo para
merecer: los días que nos queden aquí en la tierra.
Las obras del cristiano han de ser superiores a las de los
paganos para obtener esa recompensa sobrenatural. Si amáis a los que os aman,
¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores aman a quienes los aman. Y si
hacéis bien a quienes te hacen bien, ¿qué mérito tendréis?, pues también los
pecadores prestan a los pecadores para recibir otro tanto. La caridad debe
abarcar a todos los hombres, sin limitación alguna, y no debe extenderse solo a
quienes nos hacen bien, a los que nos ayudan o se portan correctamente con
nosotros, porque también los que no son cristianos aman a quienes los aman a ellos.
HABLAR CON DIOS
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