La parábola del Leproso, muestra la postura de Jesús frente a los marginados de la sociedad así como también muestra la forma en que debemos pedir las cosas a Dios. Para la sociedad del tiempo de Jesús el leproso más que un enfermo era alguien que no tenía cabida en la comunidad, la sociedad los despreciaba y los excluía por su enfermedad y por su pecado, pues ellos hacían una correspondencia entre enfermedad y pecado. La historia describe los leprosos con una campana que tocaban y al tiempo iban gritando “impuro” para que todos los que lo oyeran (los puros) se apartaran de ellos. Pero este leproso tiene audacia, ha oído hablar de Jesús, hace lo inaudito y se acerca a Jesús a pesar de tenerlo prohibido. Y Jesús hace también lo inaudito, se acerca al leproso. El leproso es audaz pero a la vez es humilde, va y se postra ante Jesús. No pretende obligarlo, lo reconoce como absoluto. Combina dos actitudes que casi siempre están separadas en la vida diaria: la audacia y la humildad. El leproso rompe un paradigma social al acercarse a alguien que no podía acercarse y le hace una petición: “si quieres puedes limpiarme”. Este hombre no se impone, él sabe que Dios es el que dispone, el que decide. No le arrebató la bendición, la pide y se presenta dispuesto a aceptar su voluntad. Muchos de nosotros pedimos y amenazamos con abandonar a Dios si no nos complace. Si tú haces lo que quiero me quedo contigo de otra manera me voy. El leproso dice reconozco que eres tú el que decides. Jesús responde curándolo. Sigamos el ejemplo del leproso, pidamos con audacia y humildad y aceptemos la voluntad de Dios.
Linero Caracol TV 170113
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