Aun experimentando en nuestros días la situación dolorosa de la división, los cristianos debemos mirar con esperanza al futuro, en cuanto que la victoria de Cristo significa la superación de todo aquello que nos priva de compartir la plenitud de vida con él y con los demás. La resurrección de Jesucristo confirma que la bondad de Dios vence al mal, y que el amor supera la muerte. Él nos acompaña en la lucha contra la fuerza destructora del pecado que hace daño a la humanidad y a toda la creación de Dios. La presencia de Cristo resucitado nos llama a todos los cristianos a actuar juntos en la causa del bien. Unidos en Cristo, estamos llamados a compartir su misión, que consiste en llevar la esperanza allí donde dominan la injusticia, el odio y la desesperación. Nuestras divisiones hacen que nuestro testimonio de Cristo sea menos luminoso. La meta de la unidad plena, que esperamos con una esperanza activa y por la cual rezamos con confianza, es una victoria no secundaria, sino importante para el bien de la familia humana.
Benedicto XVI, 25 de enero de 2012
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