Es necesario ponerse los
anteojos de la fe para contemplar todas las maravillas y los tesoros que Dios
hizo para nosotros: ríos, mares, montañas nevadas, amaneceres y atardeceres, el
amor de una madre y la caricia de un padre.
Sin embargo Dios es
oscuro, incomprensible y hasta inexistente para los soberbios que tienen el
corazón cerrado, que piensan no tener necesidad de alguien distinto a sí mismos. ¿Cómo
puedes saltar a la fe si tu corazón está recargado por el inútil equipaje
de tus hipocresías y de tu falsa
sabiduría?
Gracias Padre por el
don de mi fe que me lleva a buscarte humildemente en la oración. Busco la
fuerza de voluntad para vivir auténticamente mi fe, porque te amo con todo mi
corazón y con toda mi mente, confío plenamente en que me mostrarás el camino
para conocer la voluntad de Dios.
Yo te alabo, Padre, porque ocultaste estas cosas a los sabios y entendidos y las revelaste a la gente sencilla. Mateo (11,25)
Adaptado de: José Fernández de Mesa
| Fuente: Catholic.net
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