La Samaritana es una mujer 
interesante que vive un
encuentro con Jesús que le cambia la vida. Jesús se cansa, siente sed y 
va a un
pozo a buscar agua. Todas las ciudades se construían alrededor de una 
fuente de
agua, por eso los pozos eran un lugar de encuentro en las tierras 
desérticas
de Palestina. La Samaritana vino a sacar agua y encontró a Jesús sentado
 al lado
del pozo. Jesús le dijo “dame de beber” a lo que la mujer respondió 
“como es que tú
siendo judío me pides agua a mi que soy samaritana?”. Jesús rompe con 
las
rutinas de la época porque entre judíos y samaritanos no había dialogo. 
Es Jesús quien inicia el dialogo, Él toma toma la iniciativa, Él
rompe paradigmas para conversar con una Samaritana que nos representa a 
nosotros.  Me encanta lo que sucede, la mujer  muestra su extrañeza, la 
respuesta de Jesús es
preciosa: “si tu conocieras el don de Dios y quien te dice dame de beber
 Él te
hubiera dado de beber agua viva”. Nosotros creemos que el agua estancada
 del
sexo, de la droga del licor va a saciar nuestra sed, pero no es así, y 
no comprendemos
que si tuviéramos agua viva si la saciaríamos y para siempre. La 
Samaritana
le dice entonces a Jesús, “pero si no tienes ni siquiera un balde como 
vas a
sacar agua?” La Samaritana cree que Jesús se refiere a la misma agua del
 pozo
y nosotros como la Samaritana vivimos pidiendo el agua de ese pozo. Pero
 Jesús
se refiere a otra agua que no es de ese pozo de agua muerta, Jesús se 
refiere
al agua viva, por eso le responde: “quien beba de esa agua (del pozo) 
volverá
a tener sed pero quien beba del agua que yo le daré no volverá a tener 
sed”.
Una vez que la Samaritana entiende el mensaje entonces responde “dame de
 esa
agua para que yo no vuelva a tener sed”. 
Voy yo como la Samaritana al pozo a buscar agua o recibo del
agua viva que Jesús me ofrece todos los días? 
Linero, Caracol TV 310113
 
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