Cristo vino a establecer su reinado, no con la fuerza de un
conquistador, sino con la bondad y mansedumbre del pastor: Yo mismo buscaré mis
ovejas siguiendo su rastro y las libraré, sacándolas de todos los lugares donde
se desperdigaron el día de los nubarrones y de la oscuridad.
Un ladrón fue el primero en reconocer la realeza de Jesús cuando
le dijo con fe sencilla y humilde-, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino. Reconocer
a Cristo como rey que para muchos fue motivo de escándalo y de injurias, será
la salvación de este hombre en el que fue arraigando la fe cuando más oculta
parecía estar la divinidad del Salvador. Jesús que concede siempre más de lo que se le pide le
respondió: hoy estarás conmigo en el Paraíso.
La vida consiste en habitar con Jesucristo, y donde está
Jesucristo allí está su Reino. Es necesario que Cristo reine en primer lugar en
nuestra inteligencia, mediante el conocimiento de su doctrina y el acatamiento
amoroso de esas verdades reveladas; es necesario que reine en nuestra voluntad,
para que yo obedezca y me identifique cada vez más con la voluntad divina; es
preciso que reine en mi corazón, para que ningún amor se interponga al amor a
Dios; es necesario que reine en mi cuerpo, templo del Espíritu Santo; en
nuestro trabajo, camino de santidad.
Hablar con Dios
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