
Se
dice que los navegantes acudían al lucero más luminoso
del firmamento cuando andaban desorientados en medio del océano o cuando
deseaban comprobar o enderezar el rumbo. A María acudimos nosotros
cuando nos
sentimos perdidos, cuando queremos rectificar la dirección de la vida
para
orientarla derechamente al Señor: es «la estrella en el mar de nuestra
vida». «Esperanza segura de salvación, que brilla en medio de
las dificultades de la vida»,en medio de esas tormentas que llegan sin
saber ni cómo ni cuando nos metemos los hombres por no estar cerca de
Dios. Y es San Bernardo
el que nos aconseja: «No apartes los ojos del resplandor de esta
Estrella si no
quieres ser destruido por las borrascas».
Hoy,
en este primer día de la Novena a la Inmaculada, hacemos el propósito de
pedirle ayuda siempre que en nuestra alma nos encontremos a oscuras,
cuando debamos rectificar el rumbo de la vida o tomar una determinación
importante. Y, como siempre estamos recomenzando, recurriremos a Ella
para que nos señale la senda que hemos de seguir, la que nos afirma en
la propia vocación, y le pediremos ayuda para recorrerla con garbo
humano y con sentido sobrenatural
Conversaciones con Dios