
Leí una frase en el periódico del sábado pasado pronunciada por la madre de Bassil Alejandro da Costa, el muchacho asesinado durante la marcha del 12 de febrero, que decía: "Dios te entrego a mi hijo", y no pude evitar cerrar los ojos y pensar en el dolor de esa madre.
Cuántos besos, cuántas risas, cuántas emociones, cuántas ilusiones le arrebataron de un solo disparo. Ya nunca más tendrá la oportunidad y la ilusión de verlo graduarse, de verlo casarse, de ver nacer a sus nietos. Y lo peor es: ¡que la madre está viva!; pero ¿se puede vivir sin ningún tipo de emoción, o peor aún de ilusión? ¿Será eso vivir? Es precisamente ese gran dolor, el único que le recordará cada mañana a esa madre que está viva. Los recuerdos, y el "haber podido ser y no fue", serán sus únicos compañeros por el resto de su vida. Unos compañeros, que el tiempo quizás logrará mitigarlos; pero nunca desaparecerlos. Simplemente se acostumbrará a vivir con ellos.
¿Y si hubiese sido mi hijo? ¡Siento que estoy llorando!
Adaptado de: Carlos Dorado. Y si fuese tu hijo?. El Universal. 22-feb-2014
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