La misión de los ángeles custodios es acompañar a cada hombre en el camino por la vida, cuidarlo en la tierra de los peligros de alma y cuerpo, protegerlo del mal y guiarlo en el difícil camino para llegar al Cielo. Es un compañero de viaje que siempre está al lado nuestro, en las buenas y en las malas: mientras descansa, cuando se divierte, cuando reza, cuando le pide ayuda y cuando no se la pide. No se aparta de él ni siquiera cuando pierde la gracia de Dios por el pecado. Le prestará auxilio para enfrentarse con mejor ánimo a las dificultades de la vida diaria y a las tentaciones que se presentan en la vida.
Para que la relación de la persona con el ángel custodio sea eficaz, necesitas hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es. Así podrá convertirse en tu fiel y poderoso aliado nuestro.
Adaptado de L. de Planas. Catholic.net.
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