Créeme; cuando la muerte venga a romper las ligaduras,
Como ha roto las que a mí me encadenaban (...)
Volverás a verme, pero transfigurado,
Extático y feliz, no ya esperando la muerte,
Sino avanzando contigo,
Bebiendo con embriaguez a los pies de Dios
Un néctar del cual nadie se saciará jamás.
San Agustín.
(En memoria de Gilberto Sandia Briceño)
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