Hay elementos de la etapa infantil que conviene mantener durante toda la vida y enriquecerlos con la madurez de la vida adulta.
La sencillez e inocencia del niño le lleva a confiar plenamente en sus papás. Él sabe que sus padres le quieren mucho y buscan siempre lo mejor para su vida. Dios, como Padre de nuestras vidas, desea también que, como hijos suyos, confiemos en Él, con la certeza de que su amor cuida de nosotros y, por lo tanto, todo lo que Él permite es lo mejor para nosotros, aunque muchas veces no lo entendamos con claridad.
Para un niño es fácil entender que Dios se ayuda de sus ángeles para protegerle. Del mismo modo, el adulto ha de mantenerse en la sencillez del niño, para reconocer la necesidad que tiene de ayuda y para dejar actuar a su ángel custodio. ¿Creemos en nuestro ángel custodio o ya le hemos relegado a ser un objeto de superstición?
Tomado de: P. Clemente González. Catholic.net. 12-ago-2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario