Cuando un hombre y una mujer se casan movidos por un amor auténtico cada uno busca, sobre todo, hacer feliz a la otra persona y formar una familia. Por eso no escatiman los detalles para hacer la vida más agradable a la pareja: un beso, un regalo, una atención, unos momentos de diálogo íntimo... Pero, si realmente quieren darle lo mejor a la persona amada deben buscar lo que realmente le hará feliz, lo que va a colmar plenamente su corazón. No se quedarán en lo pasajero de esta vida, sino que querrán darle el Bien Máximo, es decir, a Dios. Es el mejor regalo que pueden hacerse unos esposos: procurar por todos los medios que la otra persona tenga a Dios. Porque Dios es el Bien mismo y la fuente de toda felicidad.
Tomado de: P. Juan Gralla. No es un Dios de muertos. Catholic.net. 22-nov-14